El autoritarismo competitivo es un régimen con instituciones democráticas donde los gobernantes abusan del poder. Aunque se celebran elecciones, se manipulan para dificultar el triunfo de la oposición y debilitar la separación de poderes. Este concepto, introducido en 2002 por Steven Levitsky y Lucan A. Way, describe gobiernos que violan principios democráticos sin eliminarlos completamente, usando sobornos, control judicial y desventajas fiscales para consolidar su dominio.
Tras la Guerra Fría, muchos países fueron catalogados como regímenes híbridos, combinando elementos democráticos y autoritarios. Algunos nunca evolucionaron hacia una democracia plena y fueron clasificados como una forma de gobierno propia. Un ejemplo es la Venezuela de Hugo Chávez, donde se instauró la reelección indefinida y se controló el poder judicial y la prensa. También está el Perú de Alberto Fujimori tras su autogolpe en 1992. Actualmente, tres casos de autoritarismo competitivo son la Hungría de Viktor Orbán, por la erosión de las instituciones; la Turquía de Recep Tayyip Erdogán, por el uso de recursos estatales contra la oposición; y El Salvador de Nayib Bukele, por la concentración de poder.
Además, ha firmado decenas de órdenes ejecutivas que afectan libertades civiles, como la prohibición de programas de diversidad. Esto podría traducirse en represalias contra donantes del Partido Demócrata y empresas que apoyan derechos civiles. También ha amenazado con condicionar fondos estatales para imponer su agenda antiinmigratoria y revertir medidas de inclusión racial en colegios y universidades. Estas acciones reflejan una tendencia hacia el autoritarismo competitivo, en la que los líderes erosionan la democracia desde dentro.
Fernando Infante