Hay nueve umbrales que permiten la existencia de vida en la Tierra y que no deberían rebasarse, pero siete de ellos ya han sido transgredidos, de acuerdo con una investigación del Centro de Resiliencia de Estocolmo (SRC, por sus siglas en inglés).
Estos Límites del Sistema Terrestre (ESB, por sus siglas en inglés), como se les conoce, son los siguientes:
- Agotamiento del ozono estratosférico
- Pérdida de la integridad de la biósfera
- Contaminación química
- Cambio climático
- Acidificación oceánica
- Consumo de agua dulce y el ciclo hidrológico mundial
- Cambio de sistema de tierras
- Flujos de nitrógeno y fósforo hacia la biósfera y los océanos
- Carga de aerosol atmosférico
Hace casi 15 años, en 2009, sólo tres de esas fronteras habían sido transgredidas –las relacionadas con el calentamiento global, la integridad de la biósfera y el ciclo del nitrógeno–, y una se encontraba al límite: la carga de aerosol atmosférico, vinculada con la capa de ozono. Hoy, siete de los nueve umbrales han sido cruzados y ponen en riesgo la vida en la biósfera. Únicamente dos están en rangos aceptables: la capa de ozono, que por algún tiempo estuvo afectada fuera de los límites; y el cambio de sistema de tierras, que no ha llegado a su borde, pero se encuentra muy cerca de rebasarlo.
El Centro de Resiliencia de Estocolmo, instituto albergado por la Universidad de Estocolmo, propuso en 2009 nueve parámetros –a los que denominó “umbrales”– para definir las condiciones idóneas que permiten la vida en la Tierra y la manera en que éstas habían entrado a un proceso de desestabilización con la llegada de nuestra civilización al llamado Antropoceno (la “edad de la Nueva Humanidad”), caracterizado por el impacto global de la actividad humana en todos los ecosistemas terrestres.
La propuesta del equipo –liderado por el investigador Johan Rockström y conformado por 28 científicos de todo el mundo– buscaba recalcar límites planetarios cuantitativos (principalmente relacionados con el clima, la biósfera, el agua dulce, los nutrientes y la contaminación del aire), dentro de los cuales la humanidad puede continuar desarrollándose y prosperando a futuro. Cruzar estos límites aumenta el riesgo de generar cambios ambientales abruptos o irreversibles a escala planetaria.
La alerta del Centro de Resiliencia no consiguió lo esperado y una nueva investigación que realizó y publicó en Nature –titulada “Safe and just Earth system boundaries” y nuevamente comandada por Rockström– advierte en sus conclusiones que “se requiere nada menos que una transformación global justa en todos los ESB para garantizar el bienestar humano. Dicho cambio debe ser sistémico en los sectores energético, alimentario, urbano y de otro tipo; abordar los impulsores económicos, tecnológicos, políticos y otros de la modificación del sistema terrestre, así como garantizar el acceso de los pobres a través de reducciones y reasignaciones del uso de recursos. Toda la evidencia sugiere que este viaje no será lineal; es necesario un salto en nuestra comprensión de cómo la justicia, la economía, la tecnología y la cooperación global pueden promoverse al servicio de un futuro seguro y justo”.
A pesar de la cruenta imagen que presenta a futuro del mundo, para Francisco Estrada, coordinador del Programa de Investigación en Cambio Climático (PINCC) de la UNAM, este esfuerzo del Centro de Resiliencia es valioso porque “regularmente pensamos, tanto en la academia como en el gobierno o la sociedad en general, problema por problema y no vemos la imagen completa, el panorama de todo lo que nos aqueja. Y esto resulta muy preocupante”.
Es una reflexión que compartió Graciela Raga, editora de la revista Atmósfera e investigadora del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático, quien subrayó la relevancia de unir las diferentes problemáticas que amenazan la vida en el planeta y la necesidad de no dejar de lado el sistema humano, “porque nosotros las creamos, tenemos que resolverlas también, ya que incluso un escenario que permita ‘cierta normalidad’ es bastante catastrófico”.
“Es muy deprimente pensar que no existe una salida, porque tampoco hay un optimismo brutal. Uno esperaría una respuesta más grande de los gobiernos y mayor demanda de la sociedad. Ahora que las cosas se están calentando demasiado, la gente común se da cuenta que no es como antes; entonces las demandas de la población cada vez serán más fuertes”, añadió.
Otro punto a resaltar del estudio, señaló Estrada, es que incluye un concepto de justicia que va más allá de lo humano:
“Cuando se está hablando de justicia, nos hace pensar en una que va más allá de nosotros los humanos, en la que no nos ubicamos como la especie excepcional. No sólo debemos tener cuidado en no afectar, sino que hay que alcanzar una visión mucho más generosa y más abierta también de los problemas; qué mundo dejaremos a las nuevas generaciones, haciendo énfasis en quienes serán los grupos más afectados.”
Raga llamó a las naciones a actuar, uniendo sus acciones a las que la sociedad realiza en distintas partes del mundo actualmente. “Es importante que los gobiernos se den cuenta de que hay esa conjunción, y que los beneficios son a largo plazo. Estamos en un problema, claro, pero el mensaje positivo es que cualquier acción que tomemos como sociedad redunda en nuestro beneficio”.
¿Cuáles son los parámetros?
A continuación se detallan los nueve umbrales, los dos primeros son los que aún no se encuentran en peligro:
Agotamiento del ozono estratosférico. La capa de ozono estratosférico en la atmósfera filtra la radiación ultravioleta (UV) del Sol. Si esta capa disminuye, cantidades crecientes de UV alcanzarán el nivel del suelo. Esto puede causar una mayor incidencia de cáncer de piel en humanos, así como daños en los sistemas biológicos terrestres y marinos. Las acciones tomadas como resultado del Protocolo de Montreal han permitido permanecer dentro de los límites.
Cambio de sistema de tierras. El suelo se convierte para uso humano en todo el planeta. Los bosques, pastizales, humedales y otros tipos de vegetación se han transformado principalmente en tierras agrícolas. Este cambio en su uso es una de las fuerzas impulsoras detrás de las graves reducciones en la biodiversidad, y tiene impactos en los flujos de agua y en el ciclo biogeoquímico del carbono, nitrógeno y fósforo y otros elementos importantes.
Pérdida de la integridad de la biósfera. La demanda de alimentos, agua y recursos naturales causa una grave pérdida de biodiversidad y conduce a cambios en los ecosistemas; estos impulsores son constantes y, posiblemente, están aumentando en intensidad, acelerando la pérdida de biodiversidad y extinciones masivas.
Contaminación química. Las emisiones de sustancias tóxicas y de vida prolongada, como los contaminantes orgánicos sintéticos, los compuestos de metales pesados y los materiales radiactivos, representan algunos de los principales cambios generados por el ser humano en el medio ambiente planetario. Estos compuestos pueden tener efectos potencialmente irreversibles en los organismos vivos y en el entorno físico (al afectar los procesos atmosféricos y el clima). Incluso cuando la bioacumulación de la contaminación química se encuentra en niveles subletales para los organismos, los efectos de la reducción de la fertilidad y el potencial de daño genético permanente pueden tener consecuencias graves en los ecosistemas muy alejados de la fuente que los originó.
Cambio climático. La evidencia reciente sugiere que la Tierra, que ahora pasa de las 390 parte por millón de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera, ya ha traspasado el límite planetario y se acerca a varios de los umbrales del sistema terrestre. Una pregunta que buscan resolver los científicos es cuánto tiempo podemos permanecer sobre este límite antes de que los grandes cambios irreversibles se vuelvan inevitables.
Acidificación oceánica. Alrededor de una cuarta parte del CO2 que la humanidad emite a la atmósfera se disuelve en los océanos, formando ácido carbónico que altera su química y disminuye el pH del agua superficial. La acidez creciente dificulta el desarrollo y la supervivencia de organismos como los corales y algunas especies de mariscos y plancton. La pérdida de estas especies cambiaría la estructura y la dinámica de los ecosistemas oceánicos y podría dar lugar a reducciones drásticas de las poblaciones de peces. El límite de acidificación del océano tiene ramificaciones para todo el planeta.
El consumo de agua dulce y el ciclo hidrológico mundial. Las consecuencias de la modificación humana de los cuerpos de agua incluyen cambios en el caudal de los ríos a escala global y en los f lujos de vapor que surgen de la variación en el uso de la tierra, los cuales pueden ser abruptos e irreversibles en el sistema hidrológico. El agua es cada vez más escasa: para 2050 es probable que alrededor de 500 millones de personas sufran estrés hídrico, lo que aumentará la presión para intervenir en los sistemas de agua.
Flujos de nitrógeno y fósforo hacia la biósfera y los océanos. Los ciclos biogeoquímicos del nitrógeno y el fósforo han sido modificados radicalmente por los humanos como resultado de muchos procesos industriales y agrícolas. Dichos elementos son esenciales para el crecimiento de las plantas, por lo que la principal preocupación es la producción y aplicación de fertilizantes. Una fracción significativa del nitrógeno y fósforo aplicado llega al mar y puede empujar a los sistemas marinos y acuáticos a través de sus propios umbrales ecológicos.
Carga de aerosol atmosférico. A través de su interacción con el vapor de agua, los aerosoles desempeñan un papel de importancia crítica en el ciclo hidrológico que afecta la formación de nubes y los patrones de circulación atmosférica a escala mundial y regional, como los sistemas monzónicos en las regiones tropicales. También tienen un efecto directo sobre el clima, al modificar la cantidad de radiación solar reflejada o absorbida en la atmósfera. Los seres humanos alteran la carga de aerosoles al emitir contaminación atmosférica y a través del cambio de uso del suelo.
Fuente: Gaceta UNAM