Canadá. Iglesia y Estado asesinando niños indígenas

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Durante 165 años y hasta 1996, el Gobierno canadiense junto con las iglesias cristianas (en un 70% católicas) operó alrededor de 150 escuelas residenciales indígenas en las que se matricularon unos 150.000 menores separados por la fuerza de sus familias de las Primeras Naciones, Métis e Inuit.

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El sistema de escuelas residenciales para Indios de Canadá​ era un sistema de internados de asistencia obligatoria para niños indígenas fundada por el departamento de Asuntos Indios del Gobierno de Canadá y administrada por Iglesias cristianas. El sistema se creó para apartar a los niños indígenas de la influencia de su propia cultura y forzar su asimilación con la cultura dominante en Canadá. ​La asimilación cultural de estos niños fue un éxito, como demuestra el hecho de que muchos supervivientes hayan perdido su cultura y sus idiomas. Muchos de los niños incorporados al sistema muestran diversos traumas que les impiden encajar de nuevo en sus antiguas comunidades, desembocando en muchos casos en alcoholismo y abuso de otras sustancias estupefacientes.

Este año, entre mayo y julio, se han encontrado alrededor de 1.000 tumbas sin marcar en los antiguos internados de la provincia de Columbia Británica y Saskatchewan, que fueron dirigidos principalmente por la Iglesia católica y financiados por el gobierno.

Ian Mosby, historiador de la alimentación, salud indígena y política del colonialismo de los colonos canadienses, descubrió que entre 1942 y 1952 los científicos en nutrición más prominentes de Canadá llevaron a cabo investigaciones muy poco éticas en 1.300 indígenas, incluidos 1.000 niños, en comunidades en el norte de Manitoba y en seis escuelas residenciales en Canadá. Muchos ya sufrían desnutrición debido a las políticas gubernamentales destructivas y las terribles condiciones de las escuelas residenciales. A los ojos de los investigadores, esto los convertía en sujetos de prueba ideales.

Frederick Tisdall, famoso por ser cocreador de la comida infantil Pablum en el Hospital para Niños Enfermos de Toronto, junto con Percy Moore y Lionel Bradley Pett fueron los principales arquitectos de los experimentos de nutrición. Ellos aseguraron que la educación y las intervenciones en la dieta harían que los pueblos indígenas fueran activos más rentables para Canadá, que si los pueblos indígenas fueran más sanos, la transmisión de enfermedades como la tuberculosis a los blancos disminuiría y la asimilación sería más fácil. Presentaron con éxito su plan para experimentos de nutrición al gobierno federal.

Tisdall, Moore y su equipo basaron su propuesta en los resultados que encontraron después de someter a 400 adultos y niños en el norte de Manitoba a una serie de evaluaciones intrusivas, que incluyeron exámenes físicos, radiografías y extracciones de sangre. El plan de Pett y su equipo se centró en determinar una base de referencia. Querían darles a los niños de la Escuela Residencial Indígena Alberni durante dos años una cantidad de leche tan pequeña que se les privara de las calorías y nutrientes necesarios para su crecimiento.

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Otros experimentos consistieron en no darles vitaminas y minerales esenciales a los niños de los grupos de control, mientras evitaban que los Servicios de Salud para Indígenas les brindaran atención dental con el pretexto de que esto podría afectar los resultados del estudio. E incluso antes de estos experimentos, los niños de las Escuelas Residenciales Indígenas pasaban hambre, que se confirmaba con informes de desnutrición grave y signos de deficiencias graves de vitaminas y minerales.

El interés en la investigación de la nutrición aumentó dramáticamente en la década de 1940, después de que el Consejo Canadiense de Nutrición declarara públicamente que más del 60% de las personas en Canadá tenían deficiencias nutricionales. La mayoría de los experimentos hasta entonces se habían realizado en animales, pero investigadores como Pett, quien fue el autor principal de lo que luego se convertiría en la Guía de Alimentos de Canadá, aprovecharon la oportunidad de utilizar a los indígenas como ratas de laboratorio.

Si bien los perpetradores como Pett a menudo actuaban bajo la fachada de comprender y ayudar a los pueblos indígenas, estaba claro que estos experimentos de nutrición tenían una motivación racial. Los investigadores intentaron desentrañar el “problema indígena”. Moore, Tisdall y sus colaboradores atribuyeron estereotipos discriminatorios como “descuido, indolencia, imprevisión e inercia” a la desnutrición.

A.E. Caldwell, director de la Escuela Residencial Indígena Alberni, afirmó que la desnutrición fue causada por dietas y formas de vida tradicionales, que también llamó “hábitos indolentes”. Los experimentos de nutrición, junto con los alimentos profundamente inadecuados y de baja calidad que se les daba a los niños en estas escuelas, se alinearon perfectamente con el mandato de asimilación de Caldwell.

Prohibir a prácticamente todos los niños alimentos tradicionales adecuados es otro medio más de colonización y genocidio cultural. (La Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Canadá calificó de “genocidio cultural” en 2015.) Según los hallazgos de Mosby, Pett afirmó que su objetivo era comprender mejor la transición “inevitable” al estar lejos de los alimentos tradicionales, sin embargo, las Escuelas Residenciales Indígenas fueron diseñadas a propósito para provocar esto.

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Su investigación no es ética según los estándares contemporáneos, y es difícil creer que alguna vez haya sido aceptable experimentar con cualquier persona, y mucho menos con niños, sin su consentimiento. Las secuelas del Holocausto y los experimentos biomédicos en los campos de concentración llevaron al desarrollo del Código de Nuremberg en 1947, que establece que el consentimiento voluntario para la investigación es absolutamente esencial y que los experimentos deben evitar todo sufrimiento físico y mental innecesario.

La desnutrición infantil puede ser mortal, especialmente cuando se combina con el riesgo de enfermedad, que era con frecuencia el caso en los internados. El Informe Final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación indica que las principales causas de muerte de los niños en las escuelas residenciales fueron los daños físicos, la desnutrición, las enfermedades y el abandono. Para los sobrevivientes de escuelas residenciales, los efectos de la desnutrición aún duran.

El hambre durante la niñez aumenta el riesgo de enfermedades crónicas como la diabetes tipo 2, e investigaciones indican que la desnutrición severa puede incluso causar cambios epigenéticos que pueden transmitirse de generación en generación. Experimentar con niños que ya estaban sufriendo fue inmoral. Los problemas de inseguridad alimentaria y nutrición en las comunidades indígenas son problemas importantes en Canadá, como resultado de las escuelas residenciales y las políticas coloniales que continúan hasta el día de hoy.

Los experimentos en estos internados y en las comunidades han hecho que los sitios de atención médica sean lugares precarios y traumáticos para muchas naciones indígenas y han llevado a que muchos tengan dudas en torno las vacunas durante la pandemia de covid-19. Al mismo tiempo, persiste el estigma, la violencia y el racismo hacia los pueblos indígenas en estos contextos.

Esta historia particular de experimentos de desnutrición y nutrición en niños y adultos indígenas se ha contado antes. Atrajo la atención de los principales medios de comunicación en 2013 después de la investigación de Mosby. Y no sorprende a los pueblos indígenas, cuyas verdades debemos finalmente escuchar con atención.

La Iglesia Católica no se disculpa

El descubrimiento en Canadá de centenares de cuerpos y tumbas sin marcar en dos antiguos internados para niños indígenas han revivido las exigencias para que el Papa se disculpe ante los grupos autóctonos por el papel de la Iglesia católica en gran parte de estos centros. Sin embargo, los reclamos en esta ocasión alcanzan niveles nunca vistos. No solo por las disculpas largamente esperadas; también por archivos y reparaciones económicas.

El 27 de mayo se anunció el hallazgo de los restos de 215 niños en el antiguo internado de Kamloops (provincia de Columbia Británica), sitio que fue gestionado por una congregación católica. Este jueves, Cadmus Delorme, jefe de la reserva Cowessess, informó el descubrimiento de 751 tumbas sin marcar en terrenos del otrora internado Marieval (provincia de Saskatchewan). “No es una fosa común; son tumbas sin nombre”, manifestó Delorme. Aseguró también que la Iglesia católica retiró las lápidas en los años sesenta. Como respuesta, hasta cuatro iglesias católicas han ardido en llamas desde el pasado 21 de junio.

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Kamloops y Marieval integraron la red de 139 internados para menores indígenas que operó entre 1883 y 1996. Unos 150.000 niños fueron obligados a vivir en estos centros financiados por el Gobierno federal y administrados por grupos religiosos (más del 70% por católicos). La negligencia, los castigos físicos, la violencia sexual y el racismo fueron comunes en ellos. En 2015, una comisión catalogó lo ocurrido en estas instituciones como un “genocidio cultural”. La comisión estableció en 2019 que al menos 4.134 menores fallecieron en estos centros. Otros expertos calculan que la cifra supera con holgura los 6.000.

En 2008, el entonces primer ministro, Stephen Harper, se disculpó en nombre de los canadienses con los grupos autóctonos por los daños de los internados. Las autoridades anglicanas, presbiterianas y de la Iglesia Unida de Canadá lo habían hecho años atrás. En mayo de 2017, el primer ministro Justin Trudeau pidió al papa Francisco que se disculpara. La Conferencia canadiense de obispos católicos difundió una carta 11 meses después donde señalaba: “Luego de considerar detalladamente la petición, y tras un extenso diálogo con los obispos de Canadá, [el Papa] siente que no puede responder personalmente”. Trudeau volvió a la carga el 4 de junio. “Como católico, estoy profundamente decepcionado por la decisión que ha tomado la Iglesia católica ahora y durante los últimos años”, expresó.

Dos días después, Francisco leyó un mensaje sobre el hallazgo en Kamloops al finalizar el rezo del Ángelus en el Vaticano. Dijo sentirse “dolido” por el descubrimiento y “cerca del pueblo canadiense, que ha quedado traumatizado por la impactante noticia”. El Papa manifestó: “El triste descubrimiento hace que se tome conciencia de los dolores y sufrimientos del pasado. Ojalá que las autoridades políticas y religiosas de Canadá continúen colaborando con determinación para sacar a luz los detalles de esta triste historia y se comprometan humildemente en un camino de reconciliación y sanación”.

Carolyn Bennett, ministra de Relaciones con los Grupos Indígenas, consideró “insuficientes” las palabras de Francisco. Trudeau declaró: “Las comunidades autóctonas quieren y necesitan una disculpa”. Perry Bellegarde, jefe de la Asamblea de Primeras Naciones de Canadá, informó que varios de sus miembros están en conversaciones con los obispos para reunirse en Roma con el Papa en noviembre. La Conferencia canadiense de obispos católicos ha confirmado dichas conversaciones.

Jean-François Roussel, profesor en el Instituto de Estudios Religiosos de la Universidad de Montreal, comenta: “El argumento oficial sobre la ausencia de disculpas es que la Iglesia católica de Canadá no es una entidad jurídica. Algunas diócesis y congregaciones participaron en los internados, pero el Papa no puede disculparse por todos estos grupos”, explica. “Sin embargo, estos grupos reportan a Roma, no se conducen de forma independiente. Creo que el Papa no irá más lejos de lo que la conferencia de obispos le indique”, agrega.

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Massimo Faggioli, profesor de teología en la Universidad Villanova (ubicada en Pensilvania), declaró a CBC que las autoridades católicas están seguramente escuchando a sus abogados para evitar un cúmulo de demandas por insinuar algún tipo de responsabilidad con las disculpas. Roussel afirma: “Es una opinión constante entre observadores, pero no reconocida públicamente por los obispos. Por eso se subraya que la Iglesia católica de Canadá no existe”.

Los líderes autóctonos también exigen que la Iglesia abra completamente sus registros para ayudar a esclarecer las muertes, punto solicitado por Trudeau en varios momentos. Este viernes, los Oblatos de María Inmaculada (administradores de 48 de los antiguos internados) anunciaron que compartirán todos sus archivos. Los jefes indígenas piden igualmente que la Iglesia católica cubra el monto total prometido en los acuerdos de reparación. De los 25 millones de dólares canadienses establecidos, solo han pagado 3,7 millones.

Existen voces críticas en el mismo seno católico. Una petición firmada por más de 5.600 personas (sacerdotes, religiosas, profesores de instituciones católicas, entre otros) solicita a los obispos atender los reclamos de las comunidades autóctonas. Michael Miller y Marcel Damphousse, arzobispos de Vancouver y Ottawa respectivamente, se han disculpado y piden que Francisco haga lo propio. Roussel comenta: “El tema de los internados se ha vuelto muy grande. Los obispos quieren mostrar unidad, pero ya empiezan a escucharse voces que piensan distinto desde hace tiempo. Hay divergencias con la línea oficial, se ven fisuras, mensajes hacia la jerarquía”.

El 13 de junio, desconocidos escribieron “asesinos” y “abran los archivos” sobre un muro de la parroquia de San Agustín (en Vancouver). Una persona dejó marcas de sus manos con pintura roja y escribió “éramos niños” en la puerta de entrada de la catedral de Saskatoon. En las primeras horas del 21 de junio, dos templos católicos ubicados en reservas indígenas de Columbia Británica fueron consumidos por las llamas. Una semana después, el sábado 26, otras dos iglesias católicas ardían en llamas, según la cadena británica BBC. La Policía Montada de Canadá los está investigando como “incendios provocados”. En un comunicado, este cuerpo policial indicó que, aunque es “sensible ante recientes acontecimientos”, no puede especular sobre los motivos.

Fuente: Asturias Laica, El País

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