Religiones, no es lugar para mujeres

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Resulta difícil definir con precisión en qué consiste la religión. Por lo que parece necesario intentar acercarse hasta su raíz. «Etimológicamente, el vocablo religión proviene del latín religĭo, religiōnis, que a su vez procede del verbo religāre. Este se forma del prefijo re, que indica repetición, y del vocablo ligare, que significa ‘ligar o amarrar'». Por otro lado, «las religiones instituidas aparecieron por primera vez tras la revolución neolítica, que supuso el asentamiento de los grupos humanos, la división del trabajo, el desarrollo de la agricultura y, con ella, mayor tiempo de dedicación a la observación de la naturaleza». El número de los individuos creyentes es extremadamente grande: «el cristianismo (2.100 millones),el islam (1.900 millones) y el budismo (1.600 millones)».

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¿Qué es la religión

A grandes rasgos se podría definir como “el resultado del esfuerzo del ser humano por contactar con el más allá. La experiencia religiosa proporciona explicaciones globales e interpretaciones acerca del mundo”. Ampliando un poco más la definición se puede decir que la religión es un conjunto de creencias y costumbres fundamentadas en una determinada divinidad con la capacidad de regir la vida de las personas que la siguen y la adoran. Una religión, a través de su principal texto sagrado, establece sus principios morales y decide qué está bien, qué está mal y qué objetivos se deben perseguir en la vida.

La función principal y real de la religión es hacer que el ser humano se acerque a dios pues según sus criterios esto le concederá una vida más plena y profunda, ya que separado de dios el hombre y la mujer no pueden, aunque así lo deseen, ser felices ni experimentar trascendencia alguna.

¿Qué busca la religión?

Busca, en efecto, que los convertidos adopten, asimilen e introduzcan como constitutivo a su subjetividad el contenido religioso conformado este en general por un conjunto de creencias, máximas morales, criterios éticos, símbolos y cultos que representan a la religión oficial a la que pertenecen. Gracias al adoctrinamiento, hacen de sus fieles mansos corderos, a saber, entes fáciles de manipular. La única forma de hallar gracia a los ojos de los líderes de una religión es, sin duda, sometiéndose enteramente a los dogmas que la religión, y de los que ellos son sus guardianes, gratuitamente defiende.

El propósito de la religión

La religión en sí tiene un propósito u objetivo y ese es básicamente el siguiente: intentar que sus seguidores encuentren la paz interna y externa. En todo caso, la supuesta paz que experimentan los religiosos no es más que el resultado del lavado de cerebro sistemático que sufren. La religión modifica la forma de pensar de sus fieles: los llena de un falso moralismo, optimismo y una falsa alegría. En verdad, las religiones podrán teóricamente declarar, como lo hacen las principales en el mundo, que intentan objetivar los ideales morales más nobles que existen; sin embargo en la práctica son monstruos repugnantes que se alimentan del odio, la venganza, el resentimiento, la envidia, la impotencia y de cualquier otra emoción represiva. Por eso no es de extrañar que la guerra esté tan estrechamente vinculada con el fenómeno religioso.

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Mi experiencia con la religión

Cuando era muy chico mi abuela me solía llevar a la iglesia para asistir a una celebración carismática en la que se suplicaba por sanación del cuerpo y del alma. En realidad me producía un terror espantoso estar en dicho ambiente; escuchar a ciertas personas gritar desesperadamente, llorar por sus pecados y los ajenos, hablar en lenguas o mejor dicho balbucear sonidos extraños, precipitarse al suelo y actuar como lo hacen los que sufren crisis epilépticas, proferir profecías que nunca se cumplieron y dando rienda suelta a toda suerte de actitudes extravagantes y ajenas al buen juicio fue algo muy difícil de asimilar a mi edad. Asistir a esos eventos religiosos a tan tierna edad fue, sin duda, una experiencia demasiada traumática para mí. Hoy día advierto que los templos religiosos son lugares perfectos para que los individuos que allí se congregan hagan el ridículo sin sentirse en absoluto ridículos.

A un gran número de personas les agrada y opta por alguna determinada creencia religiosa porque los hace sentir especiales. El terreno religioso es, por ejemplo, un terreno ideal para los inadaptados sociales. Algunos sujetos, dada su incapacidad para socializar sanamente con los demás, se les hace más fácil entablar una relación con seres invisibles y espíritus buenos que los comprenden y ayudan a sentirse súper especiales aunque los demás no los vean así. La religión es, por otro lado, el terreno ideal para los perturbados. Llorar, tirarse al suelo, gritar, emitir sonidos extraños son acciones que en un templo protestante son consideradas como normales; anormal resultaría no manifestarlas allí. La religión finalmente alimenta el ego y la vanidad humanas. Todo mundo quiere sentirse querido, valorado, admirado y protegido. Es verdad que la mayoría no se siente así, pero los religiosos al menos creen que la deidad a la que adoran los ama y los protege de todo mal. Ellos tienen un héroe a domicilio.

Las personas que iban con mi abuela a la parroquia a la que pertenecía no eran desde un punto de vista mundano tan afortunadas que se diga. La mayoría eran sujetos con escasa o nula educación y de condición económica humilde. A una de las mujeres que asistía con ella al templo católico el marido le era infiel constantemente y tenía toda clase de vicios, otro señor que nos solía acompañar padecía de una enfermedad incurable; otra mujer no podía tener hijos y buscaba un milagro por medio de la súplica a dios. Ella hace sentir importante al que no es importante. Si todo el mundo estuviera mínimamente cubiertas sus necesidades básicas, por ejemplo, alimentación, vestimenta, alojamiento así como algunas complejas y experimentara un relativo éxito en su vida personal el fenómeno religioso disminuiría considerablemente. Por tal motivo me parece razonable afirmar que la religión es el consuelo de los débiles y los desafortunados.

Karl Marx y la religión

Karl Marx, como el hombre consciente e inteligente que fue de su tiempo, no tardó en advertir la falsedad y la pestilencia inherente a la religión, por lo que no puso ningún coto a sus opiniones respecto de aquella. Con justa razón definió a la religión en general, pero sobre todo a la protestante que era a la que su crítica se dirigía, como el opio del pueblo ya que la religión en vez de estimular el espíritu crítico adormece su razón mediante su mortal elixir dogmático. De ese modo, los ciudadanos son más fáciles de ser manipulados; una persona o colectivo manipulado no puede expresar, vivir y objetivar sus propias ideas; pues su capacidad de razonar es raquítica. Esa misma incapacidad para razonar acerca de su situación objetiva en el mundo le impedirá ver las injusticias a las que se ven sometidos por sus verdaderos opresores. La religión no humaniza, deshumaniza.

Freud ateo

Freud, con justa razón, sostuvo que la religión se podía entender cómo una suerte de neurosis que, tomada demasiado a pecho, rozaba casi con las afiladas navajas de la locura. A su juicio, la religiosidad era un ataque sistemático a la libertad y la verdad, y además algo completamente pernicioso para la felicidad de los hombres y mujeres. En «El futuro de una ilusión» declaró lo siguiente: «[la religión es una] neurosis obsesiva universal de la humanidad; ésta surgió, igual que la neurosis obsesiva de los niños, del complejo de Edipo, de la relación con el padre».

En un mundo menos religioso me atrevo a decir que aumentaría el conocimiento y el amor por la ciencia. La religión y la ciencia no son compatibles, son enemigas; el idealismo es incompatible con lo real. Hay que ser honrados intelectualmente: el conocimiento real sólo puede obtenerse por medios puramente empíricos mediante el recto uso de los métodos más comunes de la ciencia.

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La religión como fenómeno perjudicial para la especie humana

Que la religión sea enemiga declarada del pensamiento crítico, destructora por excelencia del mundo del arte, un obstáculo serio para la libertad de las personas, una fuerza represiva causante de indecible miseria e infelicidad en la vida de numerosos individuos, y fuente de ilimitada violencia no es algo que resulte para nada novedoso hoy día.

  1. La religión, dado que sus fundamentos no se basan en la razón sino más bien en el dogma, se presenta como un obstáculo verdaderamente pernicioso para que los sujetos se involucren en el pensamiento crítico y científico. Ya sea de manera inconsciente o intencional lo cierto es que la religión evita que sus seguidores adopten un criterio verdaderamente científico que les permita ver de manera racional los hechos y distinguir qué es verdad y qué es superstición.
  2. Durante muchas épocas las religiones se han prestado, todavía lo hacen, a la censura de libros y de múltiples actividades artísticas. Por tanto, no debería resultar extraño que la religión haya hecho méritos suficientes para convertirse en una peligrosa enemiga de las artes. Bertrand Russell en una conferencia pronunciada en la Escuela Rand de Ciencias Sociales, de Nueva York, bajo los auspicios de la Young People ́s Socialist League, el 28 de mayo de 1924 aseguraba que el “puritanismo, donde quiera que haya existido, se ha revelado tan destructor del arte, porque el arte, al fin y al cabo, es la búsqueda de cierta clase, probablemente la mas suprema y perfecta, de placer. Y si uno cree que el placer es malo, el arte es malo. Ésa es una de las cosas que debemos al puritanismo”. (Russell, 1924).
  3. La religión hace esclavos a las personas de las ideas. Por eso es que el idealismo resulta altamente compatible con el mundo religioso. Un enfermo de Hispanoamérica en vez de agradecer al doctor por curar o hacer menos espantosa su enfermedad le agradece a Dios. Es común en Centroamérica decir “primero dios y después los doctores”. La religión hace que el ser humano desprecie sus propios méritos, ya que sólo dios, o la idea de él, es excelente. Sabemos que la religión, la cristiana por ejemplo, motiva a sus fieles a depositar toda su confianza en un ser invisible, confiar en sus propias fuerzas y capacidades resultaría un acto de inagotable soberbia. Haciendo que sus seguidores pongan toda su confianza en una idea, dios, y no en sus propias capacidades y habilidades humanas es una forma de esclavizar al ser humano, una forma de deshumanización.
  4. Aunque no es la mayoría, existe un cierto número de personas que no disfruta de las relaciones sexuales antes del matrimonio, el alcohol, el cigarrillo, las fiestas juveniles y otras cosas que hacen un poco más deleitable la existencia. El temor a ofender a su Dios hace de su vida algo miserable. Temen perder la gracia y con ello la salvación de sus almas, concepto que jamás ha podido ser demostrado de manera positiva. No hay duda que la creencia en la otra vida, en el mundo suprasensible, imposibilita a muchos individuos gozar de manera más plena su estadía como naturaleza compleja en el mundo y, por lo mismo, a experimentar una verdadera satisfacción con su propia persona. Llevar una vida más abierta y liberal, sin pensar que alguna divinidad los castigará si cometen algún acto impuro es algo imposible para un cristiano fundamentalista, sólo creen en la ley de Dios y no la de la naturaleza.
  5. La religión fomenta la violencia, las guerras y los conflictos entre personas. En Irlanda del Norte, por ejemplo, un conflicto de 30 años parecía dividir a la sociedad en bandos religiosos: los unionistas protestantes contra los nacionalistas católicos. Como obviar la Guerra Santa Musulmana, la Reconquista en España o las Cruzadas. ¿Qué me dicen de los talibanes en nuestros días? Sin duda un mundo sin religión sería un mejor lugar para todos.

Las religiones principales son misóginas

Son cinco las religiones más grandes en el mundo, me refiero por supuesto al Judaísmo, Cristianismo, Islam, Budismo e Hinduismo. Aunque muchos tienen un juicio bastante misericordioso para con estas religiones, lo cierto es que en realidad han causado más mal que bien al ser humano en la historia. En muchas ocasiones intentando hacer un gran bien un colectivo o individuo termina por causar un gran mal. ¿Se debería acaso agradecer al pueblo judío por ser el responsable en gran parte, gracias a los discursos religiosos y políticos incendiarios de sus profetas mayores, del nacionalismo religioso? Al cristianismo ¿se le debe agradecer por toda la intolerancia, la superstición y la persecución feroz de mujeres acusadas de brujería?

El fanatismo islámico en la actualidad representa en verdad un peligro sobre todo para las mujeres y un retroceso en materia de derechos humanos. Si bien el budismo y el hinduismo no son tan violentas como el cristianismo y el islam comparten con aquellas en todo caso el lado misógino. Las mujeres en casi todas las religiones siempre son discriminadas y vistas como de segunda categoría.

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La religión un ataque descarado al sector femenino

Confucio aseguraba mientras vivía que «la mujer es lo más corrupto y lo más corruptible que hay en el mundo». Para Siddhartha Gautama conocido posteriormente como Buda, el más grande sabio de la antigua India declaró: «la mujer es mala». Todos sabemos que un buen judío ortodoxo comienza el día con la siguiente oración: «Bendito seas Dios, Rey del Universo, porque Tú no me has hecho mujer». En una parte del libro del Corán en el que se refiere a la mujer se dice que «los hombres son superiores a las mujeres […]. Las mujeres virtuosas son obedientes y sumisas». Es evidente que el machismo y la misoginia son notas constitutivas en las principales religiones del mundo contemporáneo como el antiguo ya que sus fundadores o sus continuadores eran unos machistas empedernidos.

Mujeres y religión

Resulta paradójico ciertamente, pero las mujeres son más religiosas que los hombres. Según un estudio, que se basa en censos y sondeos de 192 países y territorios recopilados en el año 2010, publicado el 24 de marzo de 2016 por el centro de estudios Pew, con sede en Washington se llegó a la conclusión de que el 83% de las mujeres de todo el mundo se identifica con una fe; en lo que respecta a los hombres sólo 80% se declara como creyente. En la Iglesia Católica esto es evidente: en una celebración eucarística hay muchos más mujeres que hombres. Lo mismo se puede decir de las Iglesias protestantes. No hay duda que el terreno religioso, dada su naturaleza dogmática, es en definitiva fuente de incalculable intolerancia y hostilidad; es uno de los sectores que más abiertamente humilla, desprecia, ataca, ofende y, en peores escenarios como en caso de los fanáticos musulmanes, mata a la mujer. Resulta chocante, pero en general son las mismas víctimas las que avalan y justifican su opresión suscribiendo con los dogmas que las mismas religiones inventan.

A juicio de Luis Arroyo, con lo que suscribo totalmente, “la religión es, como muchas otras supercherías, una fuente extraordinaria de estupidez”. Además, por definición, toda religión “humilla a las mujeres”; pero la situación en el Medio Oriente es mucho más crítica pues allí la religión musulmana más fanática “impone sus creencias y sus normas, y ejecuta a los infieles y los rebeldes”. Y las mujeres en esos territorios, sino se les pone coto a esos fanáticos, les espera un futuro muy tétrico y, definitivamente, sombrío. En ese sentido en Europa y América la situación es mucho más favorable, pero ello no quita el hecho de que existen numerosos cristianos fundamentalistas que desprecian cordialmente al sector femenino.

Fuente: Víctor Salmerón (Irrupción filosófica)

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